El otro día, en uno de esos escasos momentos de tranquilidad donde (casi) nunca viene nadie a importunarte estaba releyendo un libro clásico: “Antología del disparate”. Por si alguien no lo conoce, diré que el subtítulo es descriptivo del contenido: Contestaciones disparatadas en exámenes y reválidas. Sin embargo yo creo que va mucho más allá. Es una colección de aforismos desquiciados, de ventanas abiertas a universos paralelos y, también, una llamada de atención a quienes se dedican profesionalmente a la enseñanza. Porque algo tendrán que ver en los resultados prácticos de su trabajo.
El caso es que leí la siguiente entrada: Salinas.- Son unos sitios encharcados donde se cultiva la sal. Está sacada de un examen, de tercer curso de bachillerato, en el mes de junio de 1961. Me llamó la atención, claro, por el tema. Pero luego pensé en la anécdota que me contaron una vez. Un joven profesional fue a visitar a un antiguo profesor. Lo encontró en su despacho preparando las preguntas para un examen. El joven se interesó por el cuestionario y el profesor se lo enseñó.
-¡Qué curioso! –le dijo-. Son las mismas que nos ponía a nosotros.
-Sí –contestó el profesor-. Las preguntas son iguales, las que han cambiado son las respuestas.
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